jueves, 24 de noviembre de 2011

Empiece el cambio

Las urnas hablaron el pasado 20N. Tal y como preveían las encuestas, infringieron un severo varapalo al partido que ha dirigido el gobierno en las dos últimas legislaturas y auparon con mayoría absoluta a su principal opositor. Éste ha abogado a lo largo de toda la campaña por la necesidad de grandes cambios. Pues bien, en mi opinión, uno de los primeros que tendrían que llevarse a cabo es la reforma de la ley electoral, porque no es razonable, para empezar, que en unas elecciones generales (no autonómicas), un partido que se presenta en todo el territorio, con casi el cinco por ciento de los votos, obtenga 5 diputados, y otro nacionalista, con un porcentaje algo menor, logre 16. Otro cambio aclamado por la ciudadanía que podrían llevar a cabo desde ya los nuevos representantes del Estado en estos tiempos de grave crisis económica, más paro que nunca y pérdida de poder adquisitivo es renunciar a parte de su sueldo, o de sus dietas, teléfonos móviles y tarjetas de crédito a cargo de los contribuyentes. A partir de aquí, estoy convencido de que será necesario, desde luego, llevar a cabo otra reforma laboral, recortes en varias partidas presupuestarias y, seguramente, alguna que otra congelación o reducción en la paga. Todo esto, con mucho trabajo, esfuerzo y sacrificio. Yo, me hago eco del llamamiento que al respecto hizo el domingo por la noche el futuro presidente acompañado de sus más cercanos colaboradores, independientemente de cuál sea mi ideología política. Lo único que pido como contraprestación es que empiecen ellos dando ejemplo.

lunes, 7 de noviembre de 2011

El debate televisado

Suele caracterizarse a la retórica como el “arte de persuadir a través del discurso”. En la Grecia clásica, los mayores expertos en retórica eran los Sofistas. Sócrates no les tenía en buena estima porque cobraban (y mucho) por sus enseñanzas, y porque no practicaban el diálogo, sino que procuraban a toda costa inculcar sus elucubraciones a quien tuvieran delante. Platón, por su parte, les consideraba meros embaucadores, más preocupados por el artificio o la vanagloria que por hacer prevalecer la verdad. Se cuenta que uno de ellos, Antifonte, era capaz de convencer a su auditorio de una tesis y, acto seguido, de todo lo contario. En nuestro tiempo, sus legítimos herederos son nuestros políticos. Anoche asistimos a una buena prueba de su destreza en el “debate” (que tuvo bastante de continuo cruce de acusaciones) mantenido por los dos que se consideran principales representantes del electorado de cara a los comicios que tendrán lugar el próximo 20N. La mayor diferencia que entiendo que hay entre éstos y aquéllos es que antes sólo necesitaban subirse, en cualquier momento que les apeteciera, a una especie de losa rectangular que hoy se muestra como resto arqueológico en el ágora de Atenas (con un cartelito en el que se lee “Speakers plataform”), y hoy requieren un plató televisivo que ha costado más de 500.000 euros, muchos días previos de preparación y ensayo de su discurso, y múltiples asesores a su disposición que les digan qué gestos es mejor que omitan, qué tono de voz han de utilizar y de qué color es la corbata que deben ponerse para tener “telegenia”.