El
pasado día 14 de enero, José Ignacio Wert tuvo que suspender en Sevilla la
conferencia que iba a impartir sobre “La educación en el siglo XXI”, debido a
los gritos y abucheos que recibió durante más de veinte minutos por parte de un
centenar de personas. Después, en declaraciones a los
periodistas, calificó el acto de "ejercicio de fascismo”, y agregó que
este hecho evidencia que urge una reforma educativa en España, resaltando la
conveniencia de "aprender a discutir civilizada y educadamente, que
sepamos entender que incluso las opiniones del adversario pueden tener
una parte de verdad". Bien, pues le voy a dar la razón en esto último al
Señor Ministro: en que es necesario que desde la infancia se aprenda a respetar
a quien tenemos enfrente, aunque sus ideas sean distintas, a practicar la
tolerancia, a solucionar las diferencias mediante el diálogo. Hasta ahora, la
materia que más hacía hincapié en este tipo de instrucción dentro de la
enseñanza obligatoria era la de Educación para la ciudadanía. Lo que, a partir
de aquí, se convierte en una contradicción supina, o una tremenda falta de
planificación es que, antes incluso de aprobarse la orden de 9 de enero que
comprende una serie de modificaciones con respecto a la misma, El Ministro haya anunciado que va a eliminarla.
Si, además, refuerza la asignatura de Religión católica (como garante de la
educación en valores), y lo hace tras mantener reuniones en privado con los
obispos y sin discutirlo con otras formaciones políticas, consejerías de
educación o expertos en educación, entonces, yo no le llamaré “fascista” (porque
el fascismo es más otra cosa: una ideología que acabó con la vida de muchas
personas en un pasado que aún no está suficientemente lejano), pero sí autoritario,
revanchista y doctrinario. Y que piense el Ministro que si lo de Sevilla se
suma a unos cuantos recibimientos “poco afables” que ha tenido en los últimos
meses allí donde ha ido a presentar su
reforma del modelo educativo (consultar hemeroteca), si es el miembro del Ejecutivo peor valorado y
tiene a la inmensa mayoría de las
personas que nos dedicamos a la enseñanza indignadas, probablemente también él,
como dirigente político, tenga que reformarse.
No “crecerse al castigo”, como dijo que le gustaba hacer. Que es un
representante del pueblo. Que la cartera que maneja requiere mucho talento, poca visceralidad y ninguna soberbia. Que
quien siembra vientos…
sábado, 19 de enero de 2013
viernes, 4 de enero de 2013
Haciendo balance
En lo socioeconómico, el año recién acabado ha sido muy
malo. Y me baso para decirlo, sobre todo, en lo que constato a partir de lo que
veo y hablo con la gente. Ayer, sin ir más lejos, alguien que hace un año y
medio estuvo realizando una instalación eléctrica en mi casa con su mono de trabajo,
ahora que su jefe ha cerrado, se tuvo que quedar sin ver con su hijo la
película que ponían en la Casa de la Cultura de Villena, porque la entrada
costaba 6 y 5 euros respectivamente y no había descuento para desempleados. En
esa “política con mayúsculas” a la que se refería el Rey en su discurso
navideño, a la par que en lo tocante a la Justicia, 2012 ha sido aún peor. No
hay más que ver, por poner un par de ejemplos recientes junto con los casos
Urdangarín, Díaz Ferrán u Oriol Pujol, los tres sueldos que cobra la señora
Dolores de Cospedal sumando casi 180.000 euros netos al año, o el hecho de que
no hayan dimitido o se haya cesado a los dos parlamentarios que el otro día, en
la Asamblea de Madrid, mientras se trataban asuntos de máxima importancia como
la privatización de la gestión de algunos hospitales públicos, estuvieran
jugando al “apalabrados” con una tablet y un teléfono móvil. Pínchese
este hipervínculo para ver la foto (que, en mi modesta opinión, es
merecedora de un Pulitzer). Con respecto a la cultura, sin comentarios.
Pasando al ámbito de lo personal, en lo que atañe a la
profesión que desempeño, decir que sigo disfrutándola cada jornada, al tiempo
que noto (a veces incluso teniendo que quitar horas de sueño) que cada día se
nos exige más. Eso puede ser de recibo, porque quizás hemos vivido una época en
la que hemos dado menos de lo que era de esperar, y porque con la que está cayendo, tenemos que ganarnos más que nunca el
sueldo que cobramos. Lo que sienta mal es comprobar sistemáticamente que
nuestros superiores siguen siendo, en
la mayoría de los casos, grandes incompetentes, poco conscientes de las
verdaderas causas de los problemas que nos conciernen e instalados (en un laxo
intento de solucionarlos) en la constante improvisación. Afortunadamente, en
el plano más cercano a la intimidad, sigo encontrando los mayores placeres de
esta vida en jugar en el patio del colegio o en el parque con mis hijos, o en
ir con ellos a buscar un cuento a la biblioteca municipal o a celebrar un
cumpleaños con los de su clase. También en ver una comedia romántica en el sofá
con mi mujer, en dar paseos por el campo, en reunirme con el resto de la
familia a celebrar la nochebuena o a comer una paella, o con los amigos a cenar
lo que sea y bebernos una botella de vino, en leer algo interesante… Por eso, lo que voy a pedirle al año que comienza es salud
y que me deje como estoy y, puesto a desear algo de corazón para el común de
los mortales: que traiga un sinfín de ganas y motivos para seguir levantándonos
cada día por mal dadas que vengan, proyectos que nos ilusionen, afán de
superación; esperanza, en fin, de que el tiempo venidero ha de ser mejor.
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